Cae la tarde en la ciudad santaneca de Chalchuapa, ya comienzan ha encenderse las luminarias de la calle. La gente recorre el pueblo, unos caminando, otros en bicicleta; unos en sus vehículos. Por la calle principal se ven algunas panaderías abiertas y algunas pupuserias. La vida nocturna en Chalchuapa no dura mucho tiempo, ya que una fuerza parecida a un espanto, recorre por noches las calles de la antigua ciudad maya-salvadoreña. “Hoy cerramos temprano” le decía el dueño de una pupuseria a una ciudadana. “Ni Dios lo quiera, tener abierto hasta las diez, ¿quieren que nos maten?” decía el dueño de una sorbetería a un cliente. La publicidad más siniestra, llegaba a las puertas de las casas de los ciudadanos. La volante decía que “nadie se atreviera ha salir después de las 10 de la noche, de lo contrario sería muerto seguro”, y la hoja iba especialmente dirigida a aquellos pertenecientes a grupos delincuenciales y vagos. “Volveremos a traer la paz y tranquilidad que le ha sido arrebatada a Chalchuapa por estos hijos de p..” agregaba el terrorífico comunicado.
El reloj de la iglesia colonial de Chalchuapa marca las 11 de la noche, solo los murciélagos revolotean en las calles vacías de la ciudad. La gente duerme, unos sueñan tranquilamente, pero otros viven sus noches de pesadías, esperando aquel ejercito de hombres encapuchados, armados hasta los dientes. Juanito asegura que hace unas “cinco noches”, los perros aullaban persistentemente, como si hubieran visto al peor de los espantos, las gallinas se zarandeaban en los árboles, “las auroras cantaban llamando a la muerte”, por una rendija del patio que da a la calle, vio pasar una veintena de hombres vestidos de negro, con máscaras y armados hasta los dientes. “dos iban en bicicleta”, “a ninguno le oí la voz” dice el humilde ciudadano con mirada temerosa. Juanito estaba estupefacto de cómo pasaba la interminable procesión de hombres de negro. “El ultimo hombre llevaba algo parecido a un coco, bueno, yo eso pensé, pero después le dio la luz y era una cabeza que todavía iba chorreando” aseguró Juanito con su cara pálida.
Sin duda alguna, una historia escalofriante, que está sucediendo en esta zona occidental del país. La misma policía comparte el miedo de la población, a tal grado que mejor se quedan pretejidos en la delegación, pues temen por el destino de sus vidas.
*Nota: pareciera un cuento o una leyenda de alguna de nuestra ciudades, pero estos acontecimientos están pasando en el Departamento de Santa Ana.
El reloj de la iglesia colonial de Chalchuapa marca las 11 de la noche, solo los murciélagos revolotean en las calles vacías de la ciudad. La gente duerme, unos sueñan tranquilamente, pero otros viven sus noches de pesadías, esperando aquel ejercito de hombres encapuchados, armados hasta los dientes. Juanito asegura que hace unas “cinco noches”, los perros aullaban persistentemente, como si hubieran visto al peor de los espantos, las gallinas se zarandeaban en los árboles, “las auroras cantaban llamando a la muerte”, por una rendija del patio que da a la calle, vio pasar una veintena de hombres vestidos de negro, con máscaras y armados hasta los dientes. “dos iban en bicicleta”, “a ninguno le oí la voz” dice el humilde ciudadano con mirada temerosa. Juanito estaba estupefacto de cómo pasaba la interminable procesión de hombres de negro. “El ultimo hombre llevaba algo parecido a un coco, bueno, yo eso pensé, pero después le dio la luz y era una cabeza que todavía iba chorreando” aseguró Juanito con su cara pálida.
Sin duda alguna, una historia escalofriante, que está sucediendo en esta zona occidental del país. La misma policía comparte el miedo de la población, a tal grado que mejor se quedan pretejidos en la delegación, pues temen por el destino de sus vidas.
*Nota: pareciera un cuento o una leyenda de alguna de nuestra ciudades, pero estos acontecimientos están pasando en el Departamento de Santa Ana.