Un turco malo
En un pueblito pequeñito y pacifico, vivía un turco malo. Este turco vendía telas y electrodomésticos. Tenía una lengua descosida, convencía a sus clientes increíblemente. Algunos creían que este tipo hipnotizaba con el movimiento de la misma.
Cierto día llegan a su tienda dos cieguitos (de esos que se andan ayudando). Le dice el cieguito mas hablantín, “No nos puede dar una ayudita”. “No hoy no tengo” dice el turco, “pasen mañana”. Los cieguitos de retiran de la tienda a buscar otra, cuando en eso el turco les pega un chiflido. Los cieguitos oyen el sonido y regresan a la tienda. “Aquí tengo unas monedas (las suena), ¡tomen!” les dice el turco. Entonces el cieguito más callado le dice: “ a mi no me dio nada”. “Como no, ya se las di” dice el turco. “Hey, dámelas vos” le dice el cieguito callado al hablantín. “Vos te has quedado con ellas” dice el cieguito hablantín al cieguito callado. Y comienza una gran trifulca entre los dos cieguitos. Mientras tanto el turco malo se mofaba de ellos, aprovechándose de su ceguera no les había dado nada, únicamente les había sonado unas monedas.
Esas eran las travesuras que el turco malo le hacia a los ciudadanos del pueblo. Vendía telas viejas por nuevas, a altos costos, aprovechándose de que era el único que las vendía en el pueblo. Y cuando lo trataban de acusar de algo con las autoridades, su lengua lo defendía.
Cierto día llego la paciencia del pueblo llegó a su final. Hartos de las marufiadas del turco. Los ciudadanos organizaron echarlo del pueblo. Esa misma noche unos tipos entraron a la casa del turco, llegaron a sus aposentos, y con un garrote lo golpearon en la cabeza. El turco quedó inconsciente, así mismo, lo llevaron a las afueras donde lo esperaba un hombre a caballo. Le amarraron las manos y le vendaron los ojos. Mientras tanto otro grupo de hombres se fue a la tienda a buscar las ganancias del turco, pero una servidora de el, les dijo que el avaricioso hombre escondía el dinero debajo de la tierra, entonces les enseñó el lugar. De la tierra sacaron miles de miles de colones, todo lo que le turco les había robado. Los sujetos acordaron revisar la lista de clientes del turco, para regresarle a la gente el dinero. Mientras tanto el jinete llevaba al turco inconsciente, cada vez se alejaba más y más, casi unos 300 kilómetros del pueblito, en una zona montañosa. Cuando salieron de la tienda, los hombres le prendieron fuego.
A la mañana siguiente, todos los ciudadanos estaban asustados de ver como la tienda del turco se había consumido por las llamas, pero a la vez, les salía un risa de oreja a oreja no se sabe porque?. Mientras tanto una persona convocó a los ciudadanos a la plaza central. Todos los ciudadanos se congregaron en dicha plaza, entonces el hombre les dijo: “Ya el pueblo puede respirar en paz, este tipo que tanto nos robaba y se burlaba de nuestra honestidad, ha sido echado y no volverá más. A todas las personas que las vivía estafando, pueden acercarse para que se les regrese todo lo que les robó” dijo el hombre. De pronto todo el pueblo celebraba con alegría. Todos acordaron que el terreno de la casa del turco serviría para construir un centro de salud y dispusieron que el dinero robado sirviera para comprar equipos y medicinas.
Mientras el jinete regresaba. A la entrada lo esperaba el pueblo vitoreándolo . “No somos asesinos, somos honrados, el tipo esta bien, lo único es que se le advirtió de que no regresara nunca jamás a este pueblito” dijo el jinete. Un anciano dijo: “Ojalá este ladrón halla aprendido la lección”.
En un pueblito pequeñito y pacifico, vivía un turco malo. Este turco vendía telas y electrodomésticos. Tenía una lengua descosida, convencía a sus clientes increíblemente. Algunos creían que este tipo hipnotizaba con el movimiento de la misma.
Cierto día llegan a su tienda dos cieguitos (de esos que se andan ayudando). Le dice el cieguito mas hablantín, “No nos puede dar una ayudita”. “No hoy no tengo” dice el turco, “pasen mañana”. Los cieguitos de retiran de la tienda a buscar otra, cuando en eso el turco les pega un chiflido. Los cieguitos oyen el sonido y regresan a la tienda. “Aquí tengo unas monedas (las suena), ¡tomen!” les dice el turco. Entonces el cieguito más callado le dice: “ a mi no me dio nada”. “Como no, ya se las di” dice el turco. “Hey, dámelas vos” le dice el cieguito callado al hablantín. “Vos te has quedado con ellas” dice el cieguito hablantín al cieguito callado. Y comienza una gran trifulca entre los dos cieguitos. Mientras tanto el turco malo se mofaba de ellos, aprovechándose de su ceguera no les había dado nada, únicamente les había sonado unas monedas.
Esas eran las travesuras que el turco malo le hacia a los ciudadanos del pueblo. Vendía telas viejas por nuevas, a altos costos, aprovechándose de que era el único que las vendía en el pueblo. Y cuando lo trataban de acusar de algo con las autoridades, su lengua lo defendía.
Cierto día llego la paciencia del pueblo llegó a su final. Hartos de las marufiadas del turco. Los ciudadanos organizaron echarlo del pueblo. Esa misma noche unos tipos entraron a la casa del turco, llegaron a sus aposentos, y con un garrote lo golpearon en la cabeza. El turco quedó inconsciente, así mismo, lo llevaron a las afueras donde lo esperaba un hombre a caballo. Le amarraron las manos y le vendaron los ojos. Mientras tanto otro grupo de hombres se fue a la tienda a buscar las ganancias del turco, pero una servidora de el, les dijo que el avaricioso hombre escondía el dinero debajo de la tierra, entonces les enseñó el lugar. De la tierra sacaron miles de miles de colones, todo lo que le turco les había robado. Los sujetos acordaron revisar la lista de clientes del turco, para regresarle a la gente el dinero. Mientras tanto el jinete llevaba al turco inconsciente, cada vez se alejaba más y más, casi unos 300 kilómetros del pueblito, en una zona montañosa. Cuando salieron de la tienda, los hombres le prendieron fuego.
A la mañana siguiente, todos los ciudadanos estaban asustados de ver como la tienda del turco se había consumido por las llamas, pero a la vez, les salía un risa de oreja a oreja no se sabe porque?. Mientras tanto una persona convocó a los ciudadanos a la plaza central. Todos los ciudadanos se congregaron en dicha plaza, entonces el hombre les dijo: “Ya el pueblo puede respirar en paz, este tipo que tanto nos robaba y se burlaba de nuestra honestidad, ha sido echado y no volverá más. A todas las personas que las vivía estafando, pueden acercarse para que se les regrese todo lo que les robó” dijo el hombre. De pronto todo el pueblo celebraba con alegría. Todos acordaron que el terreno de la casa del turco serviría para construir un centro de salud y dispusieron que el dinero robado sirviera para comprar equipos y medicinas.
Mientras el jinete regresaba. A la entrada lo esperaba el pueblo vitoreándolo . “No somos asesinos, somos honrados, el tipo esta bien, lo único es que se le advirtió de que no regresara nunca jamás a este pueblito” dijo el jinete. Un anciano dijo: “Ojalá este ladrón halla aprendido la lección”.
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